viernes, 26 de abril de 2024

EL TRATADO DE PEÑA ARPADA DE 1285 (1)

UN ACUERDO DE PAZ ENTRE EL REY SANCHO IV Y EL EMIR DE MARRUECOS ABU YUSUF

Peña Arpada, entre Paterna de Rivera y Alcalá de los Gazules

    
LA 5ª EXPEDICION MERINÍ DE 1285. EL ASEDIO DE JEREZ

    En Abril de 1285 el emir de Marruecos, Abu Yusuf desembarca en Tarifa e inicia una campaña de algaradas y saqueos por las tierras de Vejer, Alcalá de los Gazules, Medina Sidonia y Jerez. En esta 5ª expedición militar de los benimerines en la península, la ciudad de Jerez será asediada desde finales de abril hasta agosto de 1285, instalando el emir en sus inmediaciones el campamento base desde donde llevará a cabo numerosas razias en ciudades y campos del valle del Guadalete y tierras sevillanas.

Esta última campaña de los meriníes en la Baja Andalucía concluirá con la firma de un tratado de paz entre el monarca español, Sancho IV, y el sultán de Marruecos, Abu Yusuf el 21 de Octubre de 1285 en un lugar cercano a Paterna, Peña Arpada.

El relato de los hechos que rodearon este pacto fue narrado tanto en las crónicas castellanas[i] como en textos de autores árabes[ii]; que ofrecen diferentes y diversas versiones de los acontecimientos y en las que se ensalzan y magnifican sus propias acciones. Para estudiar este episodio seguimos las obras de Mercedes Gaibrois de Ballesteros[iii], Miguel A. Manzano Rodríguez[iv] y Francisco J. Hernández[v].

Cántiga 28. Ciudad sitiada 
    El rey Sancho IV (1284-1295) recibe en Burgos noticias de las razias meriníes, poniéndose en marcha hacia Sevilla, adonde llega a principios de Julio de 1285. En Sevilla permanecerá hasta reunir las tropas suficientes para partir hasta Jerez y descercar tan importante plaza. El 22 de julio llegan las huestes esperadas comandadas por el infante Don Juan y Lope Díaz de Haro, ordenando el rey hacer alarde en Tablada donde se reúnen más de 4.000 caballeros. El 2 de Agosto, ante la proximidad del ejército castellano, que se hallaba a la altura de Lebrija, y el intento de Sancho IV de bloquear el Estrecho con la flota castellana para aislar las tropas meriníes, Abu Yusuf, aunque contaba con 18.000 jinetes, se vio obligado a levantar el cerco. Cruza el río Guadalete, acampa en las Albuheras (Laguna de la Janda) y se refugia en Algeciras a preparar su armada para un posible enfrentamiento naval:

“E luégo envió (Sancho IV) sus mandaderos al rey Aben Yuzaf en que le envió decir que le dijeran de commo tenía cercada la su villa de Xerez, é que él iba á lidiar en que le envió decir que le dijeran de commo tenía cercada la su villa de Xerez, é que él iba á lidiar con él, é que le enviaba decir que le esperase, que á cinco días serie con él en aquel lugar. É el dia que estos mandaderos llegaron al rey Aben Yufaz á Xerez, llegó la flota deste rey don Sancho á Santa María del Puerto que era, entre naves é galeas, cient velas mayores. E cuando vió el rey Aben Yuzaf la mandaderia que le enviaba el rey don Sancho, aunque tenía y bien diez é ocho mill caballeros, é Aben Yacob é los mejores homes de su hueste magüer le aconsejaban que atendiese é lidiase con el rey don Sancho, nunca quiso, nin lo falló por pro, pues que sopo que la caballería escogida de todo su reino levaba consigo. É el dia que el rey don Sancho llegó á Lebrija, levantóse Aben Yuzaf de sobre la cerca de Xerez, é fuese, é pasó el rio de Guadalete, é fué posar otro día á las Albuheras;…[vi]

    Contamos con otra versión castellana[vii] que ofrece el itinerario detallado que ambos soberanos recorren. Así, Sancho IV tras salir de Sevilla, acampa primeramente en la Rinconada, otro día asienta el real en el Cortijo de Don Melendo, en Lebrija, y se dirige hacia Jerez para ir en persecución del emir hasta El Palmar de Vejer, donde se decide no continuar en esta empresa. Por su parte Abu Yusuf levanta el sitio de Jerez, y hace las acampadas según el avance y posición de las huestes castellanas: descansa tras vadear el Guadalete, acampa después en el Berrueco de Medina y por último en las Albuheras, cerca del rio Barbate.

“E otro día caualgó el rey á facer alarde, e falló fasta diez mil caualleros, e la gente venia que nunca cesaua. E mandó el rey que fuese posar á la Renconada, e dixéronle los ricos omes que atendiese fasta que se llegasen las gentes que venian á más andar. E dixo el rey:—Si yo non venço Abeyuçaf con diez mil caualleros, non lo venceré nunca. E otro día fué posar el rey don Sancho con su hueste al cortijo de don Melendo. E Abeyuçaf cuando sopo que el rey don Sancho era salido de Sevilla, e iba contra él, mandó levantar la hueste de sobre Xerez, e fué posar allende Guadalete, e cuando sopo que era en Lebrija, fuese él posar al Berrueco de Medina. E cuando sopo que el rey don Sancho llegara á Xerez, e non entrara dentro á pasar el río, fuese Abeyuçaf posar allende Medina, en un lugar que dicen Albuhera, cerca Baruate. E cuando el rey don Sancho posó en el Palmar, mandó á sus ricos omes que cada uno catase entre sí cuánta gente traia de caualleros armados, e ficiéronlo así como el rey mandó, e fallaron que avia, veinte e dos mil omes de los cuerpos e de los cauallos armados, e que de la otra gente de cauallo aforrados, non avia cuenta. E mandó el rey don Sancho á todos que se guisasen para la batalla.”

    El monarca castellano intenta salir en su persecución, pero el infante Don Juan y Don Lope de Haro, le aconsejan no entablar combate con el sultán pues al rehuir la batalla lo consideraban ya derrotado, aduciendo además que no tenían provisiones, ni dinero para comprarlas. El rey no desiste de su idea de enfrentarse al ejército meriní, pero a la negativa de los dos magnates se une la de otros importantes caballeros que formaban parte de las huestes. Una actitud que levantó sospechas de deslealtad y traición entre los hombres más cercanos de Sancho IV.
    
Sancho IV
Algunas crónicas introducen un episodio que narran como el monarca fue informado de la traición de su hermano el infante Don Juan y el conde Don Lope de Haro. Estando en la Playa de El Palmar recibió la noticia de que Ponce Ruiz de Mendoza, uno de los mayores ricos hombres, hijo del Almirante de Castilla Ruy López de Mendoza, se hallaba enfermo en Jerez y quería verlo antes de morir para revelarle un secreto. Sancho IV parte hacia Jerez y llega al monasterio de San Francisco, donde se hallaba enfermo Ponce, pero a éste no le da tiempo de contarle lo que sabe pues muere esa madrugada; aunque sí lo suficiente para hacerle sospechar de una conjura contra él.

“E luego á poca pieza, vino á él un escudero de don Ponce, e dixole:—Señor, embíavos pedir por merced don Ponce que lo querades ver antes que muera. E dixo el rey:—Esto cómo puede ser, que ayer se partió de mi? E dixo el escudero:—Señor, mucho está afincado. Estonce demandó el rey una bestia, e fué ver á don Ponce, que era este uno de los mayores ricos omes de Castilla, e facíale el rey mucha onrra, e amáualo mucho. E cuando llegó el rey á un monesterio que es en Xerez, fuera de la villa, que dicen Sant Francisco, falló á don Ponce que posaua allí, e fallólo muy mal parado. E mandó el rey á los porteros que non dexasen entrar á nenguno,, e fabló con él en poridat, que non sopo nenguno lo que le dixo. E estando el rey en esta fabla, venieron á la puerta del monesterío para entrar dentro el infante don Juan, hermano del rey, e el conde don Lope, e otros muchos ricos omes dixeron á los porteros que fuesen decir al rey cómo estauan allí aquellos ricos omes; e el rey les dixo que les dixesen que se fuesen á la hueste, que él allí quería dormir. E ellos fuéronse muy sañudos e muy tristes, e el infante don Juan muy triste, e íbalo denostando el conde don Lope, que era su suegro. E después de la media noche, allá contra el día, murió don Ponce, e fizóle el rey mucha onrra, e fué con el cuerpo de pié fasta una yglesia que es en la villa, que dicen Sant Salvador, e allí lo enterraron. E allí pedricó el rey, e dixo mucho bien de la lealtad que avia en don Ponce. E después que fué soterrado, salió el rey á la hueste, e estudo y ese dia que era viernes. E el sábado en la mañana mandó el rey mover la hueste para Sevilla, e las gentes cuando lo oyeron, del grand placer que ovieron, tornóseles en tristeza, e non sabian los mezquinos nada de su facienda en que estañan, e si non, non les pesara con la tornada. E porque lo sopo el rey, por eso los mandó tornar, que non avia en el mundo ome que más alegre nin más talante á la lid fuese que el rey fasta que sopo el fecho en cómo era. E tornóse el rey para Sevilla, e luego fuéronse los ricos omes para Castilla. E el conde don Lope e don Juan iban mucho sañudos porque sospechauan que don Ponce avia algo descubierto, e derramaron luego todas las gentes, cada uno á sus lugares[viii]

    En esta situación, el rey regresa a Sevilla el día 23 de Agosto tras ordenar abastecer los castillos de Vejer, Medina Sidonia y Alcalá de los Gazules.

    La retirada del ejército benimerín de Abu Yusuf y las actitudes sospechosas entre los nobles de Sancho IV, permitieron el inicio de unas negociaciones que culminaron con la firma de un pacto de paz que tuvo lugar en Peña Arpada, entre Paterna de Rivera y Alcalá de los Gazules.

    Según la Crónica de Sancho IV[ix], Abu Yusuf envió un emisario a Sevilla para negociar un pacto de paz con el monarca castellano. Difiere en esto la crónica árabe Rawd al-Qirtas[x] que, en una exposición novelada de los hechos, atribuye al monarca castellano el envío de una embajada encabezada por su hombre de confianza, Alzand[xi] García y una comisión de sacerdotes, monjes y magnates a la corte de emir meriní en Algeciras suplicando la paz. Ibn Jaldun[xii] refiere que los cristianos:

“Convencidos de que ningún poder podría protegerlos contra el sultán, se dirigieron a su rey con los ojos bajos y el corazón destrozado por las deshonras y los castigos con que les habían colmados las tropas de Dios, y le imploraron que se humillara ante el emir de los musulmanes para obtener a paz. ‹‹Envía a ese príncipe, le dijeron, una delegación de los grandes del imperio; de lo contrario, su ira seguirá suspendida contra nuestro país››. El rey aceptó esta propuesta y aceptó una medida muy humillante para su religión: suspendió sus operaciones militares y envió una delegación de patricios, condes y obispos a la corte de Abu Youçof. El sultán hizo sentir a estos enviados el peso de su desdén, negándoles audiencia, para que tuvieran que regresar ir a su soberano y regresar por segunda vez antes ser admitido en su presencia. Don Sancho tanto deseaba al final de la guerra que les autorizaron a firmar todas las condiciones que quisiéramos imponerle a favor de la religión y pueblo musulmán; también el sultán, viendo que deseaban sinceramente paz y que francamente se rebajaron ante el poder del islamismo, rendidos a su oración.”

    Para Francisco J. Fernández[xiii] la versión árabe es más creíble que la castellana basándose en la documentación que demuestra que en octubre de 1285 Sancho IV envió a su hombre de confianza, Alfonso Godínez, a la corte de Algeciras.

Mapa esquemático con los territorios meriníes en al-Andalus. (Torremocha. Europa Sur 19-5-2019)

    Siguiendo la crónica de Abi Zar, la embajada del monarca castellano fue recibida favorablemente por Abu Yusuf, quien envió a Sevilla al jeque Abu Muhammad Abd al-Haqq el trujamán (el intérprete) con una propuesta de paz con las condiciones que exigía: no atacar territorio o naves de los musulmanes, permitirles comerciar en el país cristiano excluyéndoles del pago de todo tributo y no mezclarse en las contiendas entre los reyes musulmanes absteniéndose de alianzas con ellos para la guerra; además de entregar al emir todos los libros árabes que hallase en sus dominios. Por su parte, el monarca castellano recibiría dos cuentos y medio de maravedíes (2 millones y medio mrvs.) como indemnización por los daños causados en los territorios invadidos.

    Sancho IV acepta las condiciones y parte hacia Jerez en compañía del intérprete Abd al-Haqq, donde le refiere:

“… no iré adonde está el amir de los muzlimes, Abu Yusuf, hasta que me haya reunido con su hijo y heredero Abu Yaacob, y este me haya antes asegurado de que mi vida no correrá peligro: solamente con su protección y amparo proseguiré mi marcha é iré a ver a su padre.[xiv]

    Abd al-Haqq comunicó a Abu Yacub, hijo del emir Abu Yusuf, la petición del monarca castellano. El hijo del emir accedió a la petición del Sancho IV de garantizar su seguridad y partió con su ejército en dirección a Jerez, siendo recibido éste a algunas millas de la ciudad. Acamparon entonces las huestes meriníes y, tras departir cordialmente con el futuro emir y éste ofrecerle su ayuda para alcanzar sus propósitos de paz con su padre, el propio Sancho IV participaría en una justa con los principales caudillos benimerines que duraría hasta el anochecer.

“Consintió en ello Abu Yaacob, y prometiendo ayudar a Sancho en su pretensión , salió con Abu Mohammad Abde-l-hakk camino de Jerez a la cabeza de un lucido ejército de fuertes y esforzados benimerines, gente toda dispuesta para cualquier golpe de mano. Salió Sancho a recibirle a algunas millas de Jerez , y saludole, dando grandes muestras de alegría y de contento, y pareciendo estar en extremo complacido, después de lo cual mandó dar adiafa (1) a toda su almafalla. El Amir entonces mandó a los suyos acampar fuera de la ciudad; plantaronse las tiendas y marquesitas y asentose el campo. Sancho por su parte se apeó y entrando en la tienda del Amir le habló de esta manera: «Sabras ¡oh amir venturoso y sultán bendecido y augusto! que yo pretendo ser tu cliente y protejido, y que desde luego me pongo bajo tu favor y autoridad hasta que me reúna con tu padre el amir de los muzlimes. Abu Yaacob entonces le otorgó el aman (seguro), y le prometió obtener de su padre cuanto él quisiera, y hacer de manera quedasen satisfechos todos sus deseos y cumplidas sus esperanzas e intenciones. «Ahora, dijo Sancho, me vuelve la confianza y queda mi ánimo tranquilo y satisfecho.»”

  (1) el alimento o provisión que se da al huésped.

“A la tarde de aquel día montó el amir Abu Yaacob a caballo y salió de la almafalla, parándose con su comitiva en cierto lugar, desde el cual presenció una justa y torneo de los más valientes benimerines. Salió a verle toda la guarnición y gente de Jerez; también Sancho montó a caballo y se colocó frente al sitio donde justaban los benimerines. Al ver el militar ejercicio , este no pudo contenerse y exclamó: «yo también justaré, pues no quepo de gozo y de contento al ver que Dios (¡engrandecido y glorificado sea su nombre!) me ha favorecido con vuestra venida, y el auxilio que me prometéis para alcanzar la paz y treguas que deseo. Soy en efecto el más feliz hombre del mundo» . Diciendo esto, cogió su lanza , embrazó su escudo, y se puso a justar con sus principales caudillos a la vista del amir Abu Yaacob, continuando en dicho ejercicio hasta la puesta del sol”.

    Al día siguiente Sancho IV y Abu Yacub parten hacia la corte del emir Abu Yusuf. A su vez el emir salía desde Algeciras a su encuentro, que según Qirtás tuvo lugar el domingo 21 de Octubre de 1285 en un lugar cerca del Guadalete llamado Hisn As-sajrat.

"A la mañana siguiente el Amir y Sancho se pusieron juntos en marcha para la corte del amir de los muzlimes: este salió [de Algeciras a recibirlos , y los encontró en Hisn As-sajrat, cerca del Guadalete. Luego el amir de los muzlimes (Dios le haya perdonado) se puso en disposición de recibirle aquel mismo día con la conveniente pompa y aparato , para lo cual mandó que todas sus tropas perfectamente equipadas y armadas se vistiesen de blanco; y era tanta su multitud, que la tierra toda se cubrió de blanco, al paso que Sancho, adelantándose con su hueste vestida de negro, formaba singular contraste, dando que pensar a los cuerdos y avisados".

    
Croquis del recinto amurallado de Jerez según de Joseph Ángelo Dávila (1768)

La crónica de Ibn Abi Zar prosigue narrando un encuentro sumiso y servil del monarca castellano hacia el emir:

"Saludó Sancho al amir de los muzlimes y sentósele delante después de hecha la conveniente reverencia; en seguida, dirigiéndose a él, le habló de esta manera:» ¡Oh amir de los muzlimes! en verdad que Dios (engrandecido y glorificado sea su nombre) me ha hecho feliz con tu llegada , y me has honrado en este día con tu vista , y yo espero ciertamente que alcanzaré un poco de esa felicidad que él te ha dado , para poder con ella vencer a los reyes cristianos [mis enemigos]. Y no vayas a creer que yo vine a verte voluntariamente y obedeciendo a mis propios impulsos; al contrario , vine a tu corte bien a pesar mío y contra mi gusto; porque tú has destruido nuestros reinos, cautivado nuestras mujeres é hijos y muerto a nuestros valientes , y no teníamos fuerzas para resistirte, ni recursos para hacerte guerra; aquí me tienes dispuesto a obedecer tus órdenes y cumplir tus mandatos. Cuantas condiciones quieras imponerme , otras tantas acepto y apruebo ; tu mano está extendida sobre mi reino todo y sobre mis súbditos, para que de ellos hagas lo que fuere de tu agrado.

Dicho esto, mandó traer la magnífica alhadia (1) y cuantiosos dones que para él y sus hijos tenía preparados, a fin de captarse su buena voluntad, y el amir de los muzlimes deseando no quedar vencido en generosidad le mandó dar el doble. De esta manera quedó afirmada la paz entre estos dos soberanos el domingo 20 de Xaâbén de 684 (21 de Octubre de 1285).

(1) don, regalo, presente.
   
Cantigas de Santa María nª 187. Castillo de Chincoya Jaen. S. XIII

Ibn Jaldun[xv] por su parte describe el encuentro en Peña Arpada de esta manera:

“Al día siguiente, salieron juntos para ir con el sultán quien, por su parte, hizo grandes preparativos para recibir al rey cristiano y sus seguidores. Fue en medio de las insignias del islamismo, rodeado de un ejército numeroso y todo el esplendor de una nación fuerte y poderosa, Abou-Youçof esperaba a este distinguido huésped. Lo recibió con todo respeto, todos los honores, que se debe otorgar al líder de un gran pueblo. Entonces el rey mandó traer los regalos que pretendía para el sultán y su hijo. Estos se componían de los productos más preciados de la España cristiana y había además un onagro y dos animales salvajes de la especie llamada elefante (hijo). A cambio de estas donaciones, el Sultán y Abou-Yacoub dieron otros, mucho más ricos y más hermosos. Habiendo aceptado entonces el rey todas las condiciones del tratado, lo ratificó; cediendo así ante el poder de islamismo; y volvió a su pueblo, con el corazón lleno de alegría y felicidad.

El sultán aprovechó la ocasión para preguntar a su anfitrión la devolución de todos los libros de ciencia que se habían quedado entre manos de los cristianos desde que este pueblo empezó a apoderarse de las ciudades musulmanas. El rey reunió un gran número de obras que tratan de diversos temas, trece bestias de carga y se las envió Por orden del sultán, fueron depositados en el colegio que había fundado en Fez para difundir la educación.”

    Llama la atención el regalo del elefante y el onagro, que es un asno salvaje de África, hecho por Sancho IV al emir, animales exóticos en España. Refiere Gaibrois[xvi] que el soldán (sultán) de Egipto regaló a Alfonso X en 1284, un año antes, una momia, un cocodrilo momificado y una cebra, que el pueblo llamaba asna salvaje. Deduce la historiadora que el rey Sancho IV podría haber regalado estos animales exóticos al emir africano.

    Esta misma autora hace un esbozo del emir de Marruecos Aben Yusuf:

"El joven rey cristiano, a los veintisiete años de edad —justamente los que llevaba de reinado su adversario—, se encuentra frente a frente, para tratar de graves asuntos, con un anciano venerable, de cumplida estatura y luenga barba que, al decir del cronista, "parecía un pedazo de nieve" sobre su rostro blanco y todavía hermoso a pesar de sus setenta y tres años. La figura de Abenjucef estaba rodeada, entre los suyos, de singular prestigio,- el septuagenario emir era amante de las ciencias, bondadoso en su trato, penitente, ayunador, y tan "rezador", que casi siempre tenía en la mano el rosario, ese rosario musulmán de las cuentas valiosas, de lindos colores, rematando en borlas de brillantes sedas. Hasta una aureola sobrenatural nimbaba la fama del viejo benimerín, señalado por el destino para grandes hechos, según la interpretación de un misterioso sueño de su madre. Con este personaje se entrevistaba Sancho IV. El sultán dispensa grandes honores a su regio huésped, acogiéndole en su campamento en medio de todas las insignias del Islam; cambiadas las palabras de cortesía, Sancho ofrece magníficos regalos al emir y a su hijo, quienes, a su vez, obsequian espléndidamente al cristiano, "para no quedar vencidos". Luego la concordia quedaba asentada el domingo 21 de octubre de 1285.[xvii]"

    Otra crónica castellana[xviii] ofrece una versión diferente sobre los planes de Sancho IV de reunirse con Aben Yusuf. Tras retornar los caballeros castellanos a sus tierras, el rey Bravo intenta averiguar cómo le querían traicionar sus hombres y sale de Sevilla hacia Jerez con mil hombres a caballo sin saber éstos adonde iban. Ningún rico hombre formaba parte de la hueste, excepto Per Álvarez de Asturias, uno de los hombres más leales del rey y su mayordomo mayor. Sin detenerse en Jerez el rey continúa hacia El Palmar, donde acampa durante dos días, y el tercero parte hacia el encuentro de Abu Yusuf, que esta crónica sitúa, no en Peña Arpada, sino en Las Albuheras, cerca del río Barbate, actual Laguna de la Janda[xix]:

“Después que las gentes fueron idas e derramadas todas, el rey don Sancho andana muy afincado por saber cómo fuera fecha e fablada aquella maldad que le cuidaron facer. E por saber desto, salió de Sevilla con mil omes á cauallo, e tornóse para Xerez bien por donde viniera, e non sabia ome del mundo á dó iba, e non iba con él rico ome nenguno, .si non don Perálvarez de las Asturias, que era ome bueno, viejo, e de buen ánimo, e non sabia si non servir á Dios e á su Señor el rey, e por eso lo tovo el rey consigo, e traíalo consigo, e fíaua mucho del. E cuando el rey llegó á Xerez non entró en la villa, ante fué á posar al Palmar, bien así como avia posado la otra vez. E estudo allí dos dias, e maravilláronse todos cuantos allí estañan, porque non sabian nin podían entender por qué era aquella venida. E estudo allí martes e miércoles, e jueves en la mañana mandó caualgar, e non sabian á dó, si non que mandaua ir contra Medina. E los unos decían contra los otros:—Cuidados que nos lleva el rey á lidiar con el rey Abeyuçaf e non gelo osauan preguntar. E rogaron á don Perálvarez que sóplese del á dó iba. E él dixo al rey:—Señor: todos irnos aquí con grand cuidado, porque non sabemos á dó irnos. E estonce comencó el rey á reir, e dixo:—A lidiar con Abeyuçaf. E dixo don Perálvarezí—A buena fé, Señor, asilo cuidan todos. Estonce dixo el rey:—Don Perálvarez: irnos á fablar con el rey algunas cosas de que tomaredes vos placer, e veredes lo que nunca vistes, e sabredes lo que non sabriades. E dixo don Perálvarez:—Dios lo faga bien, e yo non vi tan noble señor como vos facer tal cosa como avedes fecho, que aun agora lo echastes del mundo, e agora vos queredes ir meter en su poder con tan poca gente como vos llevados. E dixo el rey:—Don Perálvarez: mucho es mejor facer el orne con poca gente de su enemigo amigo, que non con mucha gente perder al amigo e el cuerpo.”

    Continúa la misma crónica relatando el encuentro de los soberanos en las Albuheras, cerca del río Barbate y ofrece una versión diferente de la reunión de ambos soberanos:

“E cuando llegaron á las Albuheras, fallaron al rey Abeyuçaf que lo salia á rescebir con sus fijos e con toda Benamaryn. E sus fijos eran estos, que él fizo conoscer al rey don Sancho: al uno decian Yuçaf Abeyacob, e al otro decian Mandil Buseyen. E estos fueron en la paz que puso el rey don Sancho con Abeyuçaf, e fabiaron una grand pieça de cauallo, e después fuéronse posar en una tienda muy grand e muy buena que mandó Abeyupaf armar. E cuando iban á la tienda é, posar, iba el rey don Sancho en un cauallo rucio, muy grande e muy fermoso, e levaba una lança en la mano, e cuando llegó á la puerta de la tienda, dio con el cuento de la lança en tierra, e fincóla en el plado, e fincóla mucho. E á toda la su fabla non estauan con él de todas sus gentes, salvo el ome bueno don Perálvarez e dos alanos que entraron con el rey don Sancho, que nunca se partían del, e mandaua él á los bodidíos que estauan á la puerta que los echasen fuera; e leuautóse Busien, fijo de Abeyusaf, que estaua en la tienda con su padre e con su hermano Abeyacob, e quiso echar los perros fuera, e los alanos metiéronle en mala ventura, que lo ovleran á matar, si non porque les fabló el rey; e començó Abeyuaf á reír de coraçon, e fabiaron allí mucho e de muchas cosas, e pusieron su amor, e cuando se despidieron, dixo el rey don Sancho al rey Abeyuçaf que él embiaría allá á Perálvarez, por aquello que le prometiera que él iria, e cuidando todos que le daria aquello que fué puesto entre Abeyuçaf e los ricos omes. E dixo Abeyuçaf que lo embiase AJgecira, e así se leuantó, e despidiéronse; e caualgó el rey don Sancho en su cauallo, e los boadíes fueron por dalle la lança que estaua metida en tierra e por poder que ovieron, nunca la pudieron sacar. E vio el rey don Sancho que la non podian sacar, e díxoles:—Dexalda, E llegó el rey en su cauallo e tomó su lança en la mano, e cogió las riendas al cauallo, e apretóse en él, e emblandesció aquella lança, que decian los moros que era maravilla si nunca vieran ome que así blandesciese una lança, ca era la vara della tan gorda como un brazo. E después fuéronse todos de cauallo por ese campo en uno. E cuando se ovieron á despedir, estaua el rey Abeyuçaf de un cabo, e Abeyacob, su fijo, de la otra parte, e el rey don Sancho en medio; e fablando de sus cosas, puso el rey el cuento de la lança en el suelo, e tendióla, e començó á emblandescer aquella lança que semejaua que la quería facer pedazos. E dixeron los moros:—Agora quebrará aquella lanpa, e caerá aquel fierro e matará uno de nuestros reyes. E aquí se despidieron, e venóse el rey don Sancho á Sevilla, e Abeyucjaí e sus fijos á Algecira.”

    Tras la firma del tratado de paz, Sancho IV vuelve a Sevilla donde permanece hasta fines de Noviembre. Por su parte, Abu Yusuf se retira a Algeciras a donde llega el 28 de Octubre[xx]. En diciembre enfermaba y moría tres meses después, el 20 de Marzo de 1286, sucediéndole su hijo Abu Yacub.

Recreación de la ciudad de Al-Yazira al-Jadra en el siglo xiv. Falconaumanni 

    Este tratado de paz entre castellanos y benimerines se prorrogó posteriormente el 28 de mayo de 1286[xxi]. En 1288 Aben Yacub, en lucha con sus vecinos africanos y con ciertos jefes rebeldes, envía a la corte castellana un mensajero, Abd al-Haqq el trujamán, solicitando a Sancho IV le auxiliase con 300 caballos , en virtud del Pacto de Peña Arpada[xxii]. El rey Bravo hace buscar "buscar los trecientos cauallos... que fuesen buenos, et de vergüenca que non fuese y coxo, nin tuerto", nombrando jefe de la caballería a don Diego Flórez, quien debía ir a Sevilla, y desde allí manda el rey que “la gente allegada e guisada que se fuesen allen la mar con aquel moro a servir al rey Abeyacob. [xxiii]"


NOTAS:


[i] Según Pablo Saracino los hechos de los reinados de Alfonso XI, Sancho IV y Fernanco IV se narran en 4 crónicas : la Crónica de tres reyes, la Crónica de los reyes de Castilla de Jofré de Loaysa, la *Historia hasta 1288 dialogada, y la versión que transmite el manuscrito 1342 de la Biblioteca Nacional de Madrid (N3) que Catalán llama Historia en décadas.

SARACINO, P. E.: Las crónicas de Sancho IV : un indicio de la producción cronística durante los “oscuros” años posteriores a la muerte de Alfonso X. Jornadas Internacionales de Literatura Española Medieval (10ª : 2011 : Buenos Aires) Universidad Católica Argentina. Facultad de Filosofía y Letras

[ii] Principalmente dos autores:

· IBN ABÍ ZAR: Rawd al-Qirtás. (El Jardín de las Páginas). El nombre completo de la obra es Kitāb al-ānīs al-muṭrib bi-rawḍ al-qirṭās fī ājbār mulūk al-maġrab wa tārīj madīnah Fās (El libro de compañía que entretiene en el jardín de las páginas de la crónica de los reyes de Marruecos y la historia de la ciudad de Fez). Datada en el primer cuarto del s. XIV, recoge la historia de Marruecos, aunque gran parte de la misma está dedicada a al-Andalus. desde los Idrisíes (788) hasta los Benimerines (1326). La obra se divide en cuatro partes: 1ª Dinastías Idrisíes y Maghrawa, 2ª Almorávides; 3ª Almohades y 4ª Benimerines. En la 4ª parte se narra las expediciones militares del sultán Abu Yusuf en la Península Ibérica. En la última intervención, la 5ª, que tiene lugar en 1285, el emir asediará Jerez durante 6 meses, haciendo Abi Zar un relato detallado y exhaustivo de las acciones de los meriníes en tierras andaluzas. Esta 5ª expedición concluyó con la firma del Pacto de Peña Arpada.

o IBN ABI ZAR: Rawd al-Qirtas (traducción y anotaciones de A. Huici Miranda).. 2ª ed. Textos Medievales, Anubar Ediciones, Valencia. 1964. La 5ª expedición de Abu Yusuf: págs. 641-684

o GAYANGOS, PASCUAL DE: Traducción del fragmento del Rawd al-Qirtas sobre la 4ª expedición del emir Yusuf, en APÉNDICE C: De los Benu Abde-l-hakk ó Benimerines. Ilustraciones de la Casa de Niebla. Memorial Histórico Español. Tomos X. Madrid, Imprenta Nacional, 1857, págs. 592-625

· IBN JALDUN: Al-‘Ibar: Kitāb al-‘Ibar (Libro de los ejemplos). El nombre completo de la obra es “Kitāb Al-ʿibar wa-dīwān al-mubtadaʾ wa-al-ẖabar fī ayyām al-ʿarab wa-l-ʿaǧam wa-al-barbar wa-man ʿāṣara-hum min ḏawī al-sulṭān al-akbar wa-huwa Tārīẖ” (Libro de la evidencia, registro de los inicios y eventos de los días de los árabes, persas y bereberes y sus poderosos contemporáneos). Relata en siete volúmenes la historia árabe-islámica desde la creación del mundo hasta el siglo XIV. El tomo VI se refiere a la historia de los árabes y los bereberes en el Magreb.

o IBN KHALDOUN: Histoire des Berbères et des dynasties musulmanes de l'Afrique Septentrionale: par; traduite de l'arabe par M. Le Baron de Slane. en 4 vls., París, 1852-1856. La 5ª expedición en tomo VI págs. 110-120

[iii] GAIBROIS DE BALLESTEROS, M.: Historia del reinado de Sancho IV de Castilla, Madrid, Madrid : Tip. de la Revista de Archivos, Bibliotecas y Museos, 1922-1928. Cap. III. En una mano el pan y en la otra el palo. Págs. 54-87

[iv] MANZANO RODRÍGUEZ, M.A.: La intervención de los Benimerines en la Península Ibérica. Madrid: CSIC, 1992.6. La 5” expedición (684/1285). Págs. 81-109

[v] HERNÁNDEZ, F. J.: Los hombres del rey y la transición de Alfonso X el Sabio y Sancho IV (1276-1286) Ediciones Universidad de Salamanca, Salamanca, 2021. Cap. 17. Retorno al pasado. Págs. 701-711

[vi] Crónicas de los reyes de Castilla, desde Don Alfonso el Sabio hasta los católicos Don Fernando y Doña Isabel / colección ordenada por Cayetano Rosell. 3 vol. Biblioteca de Autores Españoles. Madrid : M. Rivadeneyra, 1875-1878. Pág. 71 Tomo I.

[vii] Crónica de España del Arzobispo Don Rodrigo Jiménez de Rada, tradújola en castellano y la continuó hasta su tiempo Don Gonzalo de la Hinojosa Obispo De Burgos y después un anónimo hasta el año de 1454. (Bibl. Nac.—Dd.—179). Colección de documentos inéditos para la historia de España / por el Marqués de la Fuensanta del Valle, José Sancho Rayon y Francisco de Zabalburu. Madrid. Imprenta De José Perales y Martínez. 1898. Tomo CVI. Pág. 38-39

[viii] Íbidem

[ix] Crónicas de los reyes de Castilla, desde Don Alfonso el Sabio hasta los católicos Don Fernando y Doña Isabel / colección ordenada por Cayetano Rosell. M. Rivadeneyra, 1875-1878. (Biblioteca de Autores Españoles ; 61, 68, 70). Tom I. Pag. 72.

[x] GAYANGOS, Pags. 616-617

IBN ABI ZAR: Rawd al-Qirtas (traducción y anotaciones de A. Huici Miranda). Pags. 671-672

[xi] Huici Miranda refiere que Tornberg lee Rendijasum y Beaumier Ar-randiez. Por su lado Gayangos refiere que Ar-randiez o Er-randiez pudiera bien ser Hernán Diaz.

[xii] IBN KHALDOUN, Pags. 115-116

[xiii] HERNÁNDEZ, F. , Pág. 709

[xiv] GAYANGOS, Pag. 621

[xv] IBN KHALDOUN: Histoire des Berbères… Pags. 147-148

[xvi] GAIBROIS BALLESTEROS, Págs. 77-78

[xvii] Ibidem Págs. 74-75

[xviii] Crónica de España del Arzobispo Don Rodrigo Jiménez de Rada tradújola en castellano y la continuó hasta su tiempo Don Gonzalo de la Hinojosa Obispo De Burgos y después un anónimo hasta el año de 1454. (Bibl. Nac.—Dd.—179). Colección de documentos inéditos para la historia de España / por el Marqués de la Fuensanta del Valle, José Sancho Rayon y Francisco de Zabalburu. Madrid. Imprenta De José Perales y Martínez. 1898. Tomo CVI. Pág. 40-41

[xix] “Ibn Gālib (siglo XII) informa que la cora de Sidonia llegaba hasta la laguna de la Janda (al-Buh*ayra) donde, según Ibn Ḥayyān, solía acudir el emir ‘Abd al-Rah*mān II a cazar grullas”

ABELLÁN PÉREZ,J.; Los orígenes de Vejer de la Frontera. Estudios sobre patrimonio, cultura y ciencias medievales, Nº 7-8, Cádiz. 2005-2006, págs. 7-18.Ḥayyān, solía acudir el emir ‘Abd al-Rah*mān II a cazar grullas

[xx] Rawd al-Qirtas (traducción y anotaciones de A. Huici Miranda). Págs. 681

[xxi] Ibidem, Págs. 689

[xxii] Ibidem. Pag. 179

[xxiii] GAIBROIS BALLESTEROS, Pag 179